La soledad tiene suaves, sedosas manos,
pero sus fuertes dedos oprimen el corazón
y lo hacen gemir de tristeza.
La soledad es el aliado de la tristeza
y el compañero de la exaltación espiritual.
Tal tristeza que me obsesionaba en mi juventud
no era por falta de diversiones,
porque si hubiera querido las habría tenido;
tampoco era por falta de amigos,
porque habría podido tenerlos.
Tal tristeza obedecía a un dolor interno
que me impulsaba a amar la soledad.
Mataba en mí la inclinación a los juegos
y a las diversiones, quitaba de mis hombros
las alas de la juventud, y hacía
que fuera yo como un estanque entre dos montañas,
que refleja en su quieta superficie
las sombras de los fantasmas y los colores de las nubes
y de los árboles, pero que no puede encontrar una salida,
para ir cantando hacia el mar.
Tal era mi vida antes de que cumpliera yo dieciocho años.
El año que los cumplí es como la cima
de una montaña en mi vida, porque despertó en mí
el conocimiento, y me hizo comprender
las vicisitudes de la humanidad.
En ese año volví a nacer, y a menos
que una persona vuelva a nacer,
su vida seguirá siendo una hoja en blanco
en el libro de la existencia.
Gibrán Khalil Gibrán
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